Iglesia de la Asunción

Iglesia de la Asunción
¡Qué alegre es nuestro pueblo!

miércoles, 12 de febrero de 2020

NO, NO SOY TAN FUERTE COMO PAREZCO






Ilustración: Henn Kim

“El coraje no es tener la fuerza para continuar, es seguir cuando no tienes fuerza.” Napoleón Bonaparte

Este año ha sido duro, no sé si he tenido más brotes de fibromialgia que en mucho tiempo o no me he recuperado del gran brote de hace meses atrás. Ha aumentado mis dosis de fármacos hasta que mi pastillero no ha podido cerrarse y he tenido que dejar tiras de remedios al lado, apelando a lo que me queda de memoria para tomar mi medicación como me han indicado mis distintos tratantes. He tenido muchas complicaciones secundarias que no había tenido antes, infecciones, problemas renales, reacciones dermatológicas y ansiedad, como hace mucho, mucho tiempo no sentía.

Aún así, cuando me preguntan cómo estoy respondo “bien”, porque me da pudor entrar en detalles o contestar mal día tras día, o contesto “pésimo, media dopada, pero funcionando”, con tono de humor, haciendo del tema una tragicomedia, no sé si para hacerlo más llevadero para mí o para los otros.

Me levanto día tras día, funcionando con un sinfín de remedios que me tienen antes de las nueve de la noche con la lengua traposa y los ojos achinados, sintiendo como me hundo lentamente en un espacio en el que dejo de sentir mi cuerpo porque es la única forma de dejar de sentir dolor, unas horas, las suficientes para levantarme al día siguiente y tratar de llevar la agenda del día.

A veces ducharme es el primer desafío, otras llegar consciente a mi dosis de la noche. En ese transcurso trato de no quejarme, eventualmente mi cara me delata, una que otra mueca, una respiración más pesada, mis manos en movimientos más errantes, mis piernas en un andar más lento. Pero todo ese dolor que nadie ve resuena como un eco a gritos dentro mío, cada respiración profunda es un padecimiento que no pude dejar pasar, cada mueca un golpe electrizante que no sé de dónde viene, que no sé si será uno o una cascada de ellos.

Mis cercanos están muy orgullosos de lo fuerte que soy, como no he bajado los brazos en estos años, como sigo buscando respuestas, como sigo haciendo todo lo que está a mi alcance por mejorar un poco mi calidad de vida. Pero la verdad es que no soy tan fuerte, tengo tanto miedo del dolor como de mí misma y de no poder enfrentarlo un día, dejándome apagar como un fosforo que se consume. Tengo guardadas muchas ganas de llorar que a veces salen de mi como una lluvia de verano, explosiva pero nada más que una manifestación fuera de temporada, porque el dolor no da tregua y por cada momento que siento que ya no puedo más, pareciera  que gana espacio como una mancha de petróleo en el agua, no puedo bajar la guardia, pero no porque yo sea fuerte sino porque la lucha no da tregua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario